Egipto siempre será hermoso para mí. Es verdad que hay mucho desorden en el tráfico, es cierto que hay mucha basura en sus calles. Es realidad que la gente ha cambiado mucho, como en todas partes, que la maldad y codicia se ha despertado vivamente en sus corazones, que si antes había gente mala, ahora hay más, y por ello no les creo cuando los veo orar. Son como mucha gente en todo el mundo que se dicen católicos, cristianos, judíos, budistas, etc.
Quien cree en Dios, piensa en él cada momento de su vida, le teme, y siempre trata de obrar bien, pensando que Dios, o Alláh que es lo mismo, lo ve todo, sabe de nuestros sentimientos, y nuestras acciones, ya sea con los humanos, o con los animales. NO creo en la gente que se golpea el pecho, que se hace la señal de la cruz al pasar delante de una iglesia, que hacen jornadas de largas caminatas o peregrinación por la virgen, o algún santo, o los que van a la Meca. Los he visto arrodillarse para rezar, aquí, lo mismo que los occidentales en sus países, sin embargo tienen el oído atento a lo que les rodea, dispuestos a agredir apenas terminan su falsa devoción y respeto a Dios.
Tengo mis pecados, mis cosas malas, pero amo, le temo, y respeto a Dios, ahora más que antes. A mí no me verán rezar, ni hacerme la señal de la cruz. No me gusta que me vean, eso es entre Dios y yo, en privado, o en mi mente, mi alma, y corazón.
Existe gente buena, tengo conmigo, entre mis amistades, personas de noble corazón, que se han preocupado por mí, mientras he estado aquí en Egipto.
A mis amigas de Argentina, Perú, Chile, Colombia, Bolivia, Nicaragua, México, España. Aquí mismo en Egipto. ¡Gracias hermanas por sus mensajes!, por querer saber qué tal estaba yo aquí, porque se preocuparon cuando no entraba al Facebook varios días. No pongo nombres, sabes que me refiero a ti, querida amiga y hermana. En algunos días volveré a América, amando profundamente Egipto más que antes, porque la tierra no tiene la culpa de albergar malos corazones, cual buitres al acecho de su presa. Siento aquí, más que en Occidente, una premura de salir pronto de esta bella tierra que extrañaré, y mi corazón llora por eso, pues me hubiera gustado vivir aquí. En América sé a qué atenerme, sé de los peligros, y cómo esquivarlos, la gente es más demostrativa. Aquí en Egipto no hay guerra, ni he visto terroristas como la gente que no conoce estos lugares se imagina. He caminado tranquila y segura por sus calles, sorteando el terrible tráfico donde curiosamente casi no hay accidentes, pero si el polvo, y más basura que antes.
La esencia de este país es hermosa y magnética. Se siente. Egipto podría ser uno de los países más bellos del mundo, sino el más bello, pero lástima que sus gobernantes solo entran a robar, sin darle los cuidados que se merece. Tiene tan vasta y llana tierra, la he imaginado con jardines, más árboles, grandes y bellos parques con flores, limpias calles, como mi Perú, especialmente en la capital, mi Miraflores. Aquí hay casas como palacios, muy bellas, en muchas de ellas con el estilo de la época de los faraones; Las columnas, las formas, sus diseños, los portales, las antiguas mezquitas hechas a mano. Lo mismo en algunos edificios o instituciones del gobierno, están presentes las imágenes del pasado esplendoroso egipcio. Aquí en El Sherouk donde estoy viviendo, como a una hora y media del centro del Cairo, construcciones magníficas, que se combinan con calles que faltan terminar, o las que están como barrios cerrados, como le llaman en Argentina, o villas exclusivas como le decimos en el Perú. Cuando vas por las amplias autopistas, a lo lejos en el desierto se alzan medianas colinas, que albergan sorprendentes construcciones palaciegas, en medio del arenal. Admiro todo y me apena tener que abandonar esta mi parte de tierra. Tengo premura en dejarlo sin embargo, pues el peligro (para mi) no está en sus calles, está en las intenciones de la misma gente que tengo cerca. Algunas personas son demasiado codiciosas, y envidiosas. Tengan cuidado aquellas mujeres que andan de amores con egipcios, y vienen de visita, o a vivir aquí, tened cuidado de algunas familias. Gracias a Dios, mi esposo ha compartido conmigo cada momento de mi estadía aquí, nos estamos cuidando y apoyando mutuamente. Egipto siempre estará en mí, como si fuera la tierra en que nací.
Myriam Soto - Enero del 2016
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